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Reflexión: Los dos rostros de la Navidad

Navidad es compartir con prójimo

Uno de los rostros de la Navidad, es aquella que tiene comida, bebida, alegría; se celebra al niño Jesús; justificando gastos, placeres, sin dar al necesitado y sin adorar al Señor Jesucristo.

Esta Navidad, es parecida a aquellos que invitan al cumpleaños del niño; todos llegan a la casa, dejan sus abrigos, sacos y chompas, en la cuna, tapan al niño, casi lo asfixian; el homenajeado no es tomado en cuenta, sino que todos bailan, y cuando se dan cuenta, el niño se ha dormido.

La Navidad del placer, de la costumbre, de la religión, del Cristo alegre, hedonista, que satisface y queda bien con todos, del “niño Dios”; que pena. Una Navidad con fiesta, pero en conflicto con Dios, porque “este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí” dice Isaías

Es preferible el pan duro, tener una comida sencilla, donde hay amor y paz; que una fiesta donde hay conflictos. Recuerdo que siendo un niño le pedía al “papá Noel”, que me diera unos juguetes sencillos, y nunca aparecieron, era una Navidad decepcionante, peor aún cuando había conflictos en el hogar, una Navidad triste.

También disfruté de la Navidad de la concordia, de la familia, de la alegría, del compartir el pan con el hambriento. Una Navidad tradicional, religiosa, pero sin Dios.

Es que la Navidad se celebra a Jesucristo, Señor y Salvador de la raza humana. De aquel que siendo Dios “se hizo carne”, de aquel que nos hizo ricos. “Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos”. 2 Corintios 8:9

Una Navidad genuina, tiene a Cristo como Salvador; haya o no-comida, es vital el amor en la familia, para adorar y servir juntos a Dios. Autor: Alan López.

“Más vale comer pan duro y vivir en paz que tener muchas fiestas y vivir peleando”. Proverbios 17:1
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