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Biografía de Guillermo Carey: Considerado el Padre de las Misiones Modernas

Misionero Guillermo Carey

Guillermo Carey es es considerado el Padre de las Misiones Modernas. Nació en Inglaterra en 1762, hijo de anglicanos y criado en la Iglesia. Desde muy joven comprobaba tener una inteligencia cuya sed de saber no parecía saciarse nunca.

Especialmente le fascinaban los idiomas. Trabajando de zapatero desde los 16 años, siempre tenía algún libro de estudio al lado de los zapatos.

Un día un compañero le invitó a una reunión no anglicana. Tenía 18 años y el sermón que oía sobre Hebreos 13:13-14 hizo que entregara su vida a Cristo. Cuando después entendía que Dios le guiaba fuera de la Iglesia Anglicana obedeció, aunque le costaba. Seguían trece años de duros trabajos como zapatero, como maestro de niños, como predicador ferviente y, sobre todo, como incansable estudiante. Además se casó y tenía familia.

Cada vez le pesaba más la indecible necesidad de los paganos. Mirando atrás, entendemos que Guillermo estaba experimentando algo como ‘dolores-de-parto’. Pero al hablar de esta ‘carga’ con otros siervos de Dios, no era siempre comprendido o bien recibido. Una vez, en una reunión de pastores bautistas, cuando enfatizaba la necesidad de llevar el evangelio a los paganos, un pastor de más edad y experiencia quedó exasperado. Le espetó: “¡Joven, siéntese, siéntese! Usted es un entusiasta, pero cuando a Dios le complazca convertir a los paganos, Él sabrá hacerlo sin consultar ni a usted, ni a mí”.

No obstante, el 2 de octubre de 1792, Carey y otros doce siervos de Dios, ‘dan a luz’ la Sociedad Misionera Bautista. Y ya, el siguiente año, después de grandes pruebas, el mismo Guillermo y joven familia, junto con un compañero, zarpan en un velero danés. Este necesitó cinco meses para llegar a Calcuta en la India.

Durante este viaje Guillermo Carey aprendió suficiente bien el bengalí como para entenderse con el pueblo. Poco después de desembarcar comenzó a predicar, y los oyentes venían a escucharlo en número siempre creciente.

Carey percibió la necesidad imperiosa de que el pueblo tuviese una Biblia en su propia lengua y, sin demora, se entregó a la tarea de traducirla. La rapidez con que aprendió las lenguas de la India, es motivo de admiración para los mejores lingüistas.

Nadie sabe cuántas veces nuestro héroe experimentó grandes desánimos en la India. Su esposa no tenía ningún interés en los esfuerzos de su marido y enloqueció. La mayor parte de los ingleses con quienes Carey tuvo contacto, lo creían loco; durante casi dos años no le llegó ninguna carta de Inglaterra. Muchas veces Carey y su familia carecieron de dinero y de alimentos. Para sustentar a su familia, el misionero se volvió labrador, y trabajó como obrero en una fábrica de añil.

Durante más de treinta años Carey fue profesor de lenguas orientales en el Colegio de Fort Williams. Fundó también el Colegio Serampore para enseñar a los obreros. Bajo su dirección el colegio prosperó, y desempeñó un gran papel en la evangelización del país.

Al llegar a la India, Carey continuó los estudios que había comenzado cuando era niño. No solamente fundó la sociedad de agricultura y Horticultura, sino que también creó uno de los mejores jardines botánicos; escribió y publicó el Hortus Bengalensis. El libro Flora Indica, otra de sus obras, fue considerada una obra maestra por muchos años.

No se debe pensar, sin embargo, que para Guillermo Carey la horticultura era sólo una distracción. Pasó también mucho tiempo enseñando en las escuelas de niños pobres. Pero, sobre todo, siempre ardía en su corazón el deseo de llevar adelante la obra de ganar almas. Cuando uno de sus hijos comenzó a predicar, Carey escribió: “Mi hijo, Félix, respondió al llamado de predicar el evangelio”.

Años más tarde, cuando ese mismo hijo aceptó el cargo de embajador de la Gran Bretaña en Siam, el padre, desilusionado y angustiado, escribió a un amigo: “Félix se empequeñeció hasta volverse un embajador!”

Durante los cuarenta y un años que Carey pasó en la India, no visitó Inglaterra. Hablaba con fluidez más de treinta lenguas de la India; dirigía la traducción de las Escrituras en todas esas lenguas y fue nombrado para realizar la ardua tarea de traductor oficial del gobierno. Escribió varias gramáticas hindúes y compiló importantes diccionarios de los idiomas bengalí, maratí y sánscrito. El diccionario bengalí consta de tres volúmenes e incluye todas las palabras de la lengua, con sus raíces y origen, y definidas en todos los sentidos. Todo esto fue posible porque Carey siempre economizó el tiempo, según se deduce de lo que escribió su biógrafo:

“Desempeñaba estas tareas hercúleas sin poner en riesgo su salud, porque se aplicaba metódica y rigurosamente a su programa de trabajos, año tras año. Se divertía pasando de una tarea a la otra. El decía que pierde más tiempo cuando se trabaja sin constancia e indolentemente, que con las interrupciones de las visitas. Observaba, por lo tanto, la norma de tomar, sin vacilar, la obra marcada y no dejar que absolutamente nada lo distrajese durante su período de trabajo”.

Al avanzar en edad, sus amigos insistían en que disminuyese sus esfuerzos, pero su aversión a la inactividad era tal, que continuaba trabajando, aun cuando la fuerza física no era suficiente para activar la necesaria energía mental. Por fin se vio obligado a permanecer en cama, donde siguió corrigiendo las pruebas de las traducciones.

Finalmente, el 9 de Junio de 1834, a la edad de 73 años, Guillermo Carey durmió en Cristo.
La humildad fue una de las características más destacadas de su vida, Se cuenta que, estando en el pináculo de su fama, oyó a cierto oficial inglés preguntar cínicamente: “¿El gran doctor Carey no era zapatero?” Carey al oír casualmente la pregunta respondió: “No, mi amigo, era apenas un remendón”.

Cuando Guillermo Carey llegó a la India, los ingleses le negaron el permiso para desembarcar. Al morir, sin embargo, el gobierno ordenó que se izasen las banderas a media asta, para honrar la memoria de un héroe que había hecho más por la India que todos los generales británicos.

Se calcula que Carey tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes del mundo. Así escribió uno de sus sucesores, el misionero Wenger: “No sé cómo Carey logró hacer ni siquiera una cuarta parte de sus traducciones. Hace como veinte años (En 1855) que algunos misioneros, al presentar el evangelio en Afganistán (país del Asia Central), encontraron que la única versión que ese pueblo entendía, era la Pushtoo hecha en Sarampore por Carey”.

La traducción de la Biblia destacaba en la obra de Carey, y cuando moría en 1834 a la edad de 73 años, la Biblia entera, o partes de ella, habían sido traducidas e impresas en nada menos que 44 idiomas y dialectos. Su ejemplo de vida y obra fue el instrumento en la mano de Dios para ‘desencadenar’ movimientos misioneros en Inglaterra y en varios otros países. En los siguientes dos siglos estos habían de llegar con el evangelio a incontables rincones del mundo.

El cuerpo de Guillermo Carey descansa, pero su obra continúa siendo una bendición para una gran parte del mundo.
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